martes, 5 de febrero de 2013
Carlota emperatiz en Mexico
Carlota contrajo nupcias con Maximiliano de Habsburgo el 27 de julio de 1857. Ella tenía 17 años y Maximiliano 25.
Maximiliano encontró en Carlota un mentor, además de una esposa. A petición de Leopoldo I, el emperador de Austria accedió nombrar a Maximiliano como gobernador del reino de Lombardía y Venecia. El éxito de su gobierno disgustó a Francisco José, hermano de Maximiliano, quien lo destituyó como gobernador y también le quitó la comandancia de la Armada austriaca el 21 de abril de 1859.
Imaginemos como afectó esta decisión a Carlota, soberana de nacimiento, así entenderemos el por qué convenció a Maximiliano de aceptar la Corona de México cuando ésta le fue ofrecida en el otoño de 1861.
Maximiliano y Carlota aceptaron la propuesta de los mexicanos conservadores el 10 de abril de 1864. Uno de los miembros de la Comisión mexicana, el señor Ignacio Aguilar y Marocho, hizo un retrato hablado de la emperatriz: "La archi-duquesa es una de esas personas que no pueden describirse, cuya gracia y simpatía, es decir, cuya parte moral no es dable al pintor trasladar al lienzo, ni al fotógrafo al papel. Figúrate una joven alta, esbelta, llena de salud y de vida y que respira contento y bienestar, elegantísima, pero muy sencillamente vestida: frente pura y despejada; ojos alegres, rasgados y vivos, como los de las mexicanas; boca pequeña y graciosa, labios frescos y encarnados, dentadura blanca y menuda, pecho levantado, cuerpo airoso y en que compiten la soltura y magestad de los movimientos; fisonomía inteligente y espiritual, semblante apacible, bondadoso y risueño, y en que sin embargo, hay algo de grave, decoroso y que infunde respeto: figúrate esto y mucho más que esto, y se tendrá una idea de la princesa Carlota".
El 14 de abril, Carlota y Maximiliano zarparon de Miramar en la fragata austriaca Novara y desembarcaron en Veracruz el 28 de mayo en donde recibieron una "acogida glacial" por parte de la población.
No sucedió lo mismo cuando los emperadores hicieron su feliz entrada a la ciudad de México el 12 de junio de 1864 acompañados por los miembros del Ayuntamiento. Una vez instalados en el Palacio Imperial de la ciudad de México y en el de Chapultepec, Carlota hizo varios recorridos por Texcoco, Toluca, Cuernavaca, Puebla, Veracruz y Yucatán. Junto con Maximiliano impulsó los ferrocarriles, el telégrafo, la línea de vapores, la colonización y el establecimiento de la Beneficencia que ella misma presidió.
Cuando Maximiliano viajó al interior del país, la emperatriz quedó como Regente. El 10 de septiembre de 1864 escribió desde el Castillo de Chapultepec a su abuela, la reina María Amelia diciéndole: "Soy completamente feliz aquí; y Max también. La actividad nos sienta bien: éramos demasiado jóvenes para no hacer nada ".
Como Regente, la emperatriz llegó a promulgar la abolición de los castigos corporales y una justa limitación de las horas de trabajo, decisión en la que fue secundada por su augusto consorte quien opinó: "La soberana, fresca, alegre, fiel y leal, compartiendo todos los trabajos y peligros de su esposo y viajando incansablemente por las extensas comarcas del país ".
Otra cualidad digna de admiración en Carlota fue su gusto por escribir, según Luis Weckmann, en Europa "hay más de 8,000 documentos primero como archiduquesa y luego como emperatriz que evidencian que Carlota pasaba varias horas al día sentada al escritorio, práctica que era habitual en su familia... en la lectura de su correspondencia se entrevé a una mujer que sabía haber nacido para los altos destinos, o sea una verdadera femme d'Etat del calibre, no de la atolondrada Eugenia de Montijo, sino de la Reina Victoria".
Cuando la guerra de Secesión se acercaba a su fin en los Estados Unidos de Norteamé rica, Napoleón III anunció a Maximiliano que abandonaba la regeneración de México, por lo que retiraba sus tropas.
Ante esta decisión, Carlota viajó a Europa para exigir a Napoleón III el cumplimiento del Tratado de Miramar y entrevistarse con el Papa Pío IX con el fin de tratar asuntos pendientes con la Iglesia.
Carlota salió de Chapultepec rumbo a Europa el 8 de julio de 1866. Llegó a París el 9 de agosto. El emperador de los franceses pretextó estar enfermo para no entrevistarse con la emperatriz de México, pero Carlota insistió y lo consiguió. Sin embargo, la negativa de Napoleón III fue absoluta. Kératry dijo que "la conferencia fue larga y violenta” y según Armand Praviel, la entrevista se efectuó en éstos términos:
-"Un Habsburgo no huye -dijo ella-Pero renunciar a una empresa irrealizable no es huir. Todo el universo aprobaráuna decisión que evitará que corra mucha sangre.-¡Sangre! -exclamó Carlota con una risa estridente y nerviosa¡Más caerá por culpa vuestra, creedlo! ¡Caiga sobre la cabeza de Vuestra Magestad!-Esta imprecación desató una tempestad. Ya no eran más que dos adversarios irritados mutuamente; una hablando de emboscadas, el otro de la incapacidad de Maximiliano. Se oyeron gritos agudos:-¡Ah! -sollozaba Carlota -
¿Cómo he podido olvidar lo que yo soy y lo que es Vuestra Magestad?
¡Debí haber recordado que por mis venas corre la sangre de los Borbones, y no haber humillado mi raza y mi persona arrastrándome a los pies de un Bonaparte"
Con este diálogo, Carlota se convenció de que no debería esperar ya nada de Francia y así se lo hizo saber a Maximiliano.
El 18 de septiembre de 1866, la emperatriz de México salió con su séquito con destino a Roma. El 21 y el 29 de septiembre acudió al Vaticano, pero el Santo Padre les negó la ayuda que necesitaban, recordándole que Maximiliano había ratificado las Leyes de Reforma y por lo tanto, la Iglesia los abandonaba a su suerte.
Tantas presiones, tantas negativas, y seguramente tantas noches sin conciliar el sueño, provocaron el extravío mental de la Emperatriz.
El 30 de septiembre, Carlota regresó al Vaticano para pedirle al Papa la protegiera de los "agentes de Napoleón" que la querían envenenar. Ante sus ruegos, el Santo Padre aceptó: "Carlota durmió en la biblioteca de la sede Papal. Allí acudió Leopoldo II, para recoger a su hermana y llevarla al Castillo de Miramar Carlota se enteró de la muerte de Maximiliano hasta el 14 de enero de 1868, y se lo notificaron porque al día siguiente, llegaron los restos del emperador de México que habían sido embarcados el 26 de noviembre en Veracruz en la NOVARA que capitaneó el vicealmirante austriaco Tegetthoff. Nuestra emperatriz llegó a tener momentos de lucidez y como prueba de ello es que mandó hacer una pintura -en la que aparece el emperador abrazando una bandera- que envió a sus más cercanos colaboradores con una dedicatoria:
"Rogad por el descanso del alma de su magestad Fernando Maximiliano José, emperador de México ".
Con temporadas de lucidez y de tinieblas, Carlota vivió hasta 1927. Falleció a la edad de 87 años. En su lecho de muerte murmuró; "Recordadle al universo al hermoso extranjero de cabellos rubios. Dios quiera que se nos recuerde con tristeza, pero sin odio " y según el historiador mexicano Luis Weckmann sus últimas palabras fueron:
"Todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito ".
Maximiliano encontró en Carlota un mentor, además de una esposa. A petición de Leopoldo I, el emperador de Austria accedió nombrar a Maximiliano como gobernador del reino de Lombardía y Venecia. El éxito de su gobierno disgustó a Francisco José, hermano de Maximiliano, quien lo destituyó como gobernador y también le quitó la comandancia de la Armada austriaca el 21 de abril de 1859.
Imaginemos como afectó esta decisión a Carlota, soberana de nacimiento, así entenderemos el por qué convenció a Maximiliano de aceptar la Corona de México cuando ésta le fue ofrecida en el otoño de 1861.
Maximiliano y Carlota aceptaron la propuesta de los mexicanos conservadores el 10 de abril de 1864. Uno de los miembros de la Comisión mexicana, el señor Ignacio Aguilar y Marocho, hizo un retrato hablado de la emperatriz: "La archi-duquesa es una de esas personas que no pueden describirse, cuya gracia y simpatía, es decir, cuya parte moral no es dable al pintor trasladar al lienzo, ni al fotógrafo al papel. Figúrate una joven alta, esbelta, llena de salud y de vida y que respira contento y bienestar, elegantísima, pero muy sencillamente vestida: frente pura y despejada; ojos alegres, rasgados y vivos, como los de las mexicanas; boca pequeña y graciosa, labios frescos y encarnados, dentadura blanca y menuda, pecho levantado, cuerpo airoso y en que compiten la soltura y magestad de los movimientos; fisonomía inteligente y espiritual, semblante apacible, bondadoso y risueño, y en que sin embargo, hay algo de grave, decoroso y que infunde respeto: figúrate esto y mucho más que esto, y se tendrá una idea de la princesa Carlota".
El 14 de abril, Carlota y Maximiliano zarparon de Miramar en la fragata austriaca Novara y desembarcaron en Veracruz el 28 de mayo en donde recibieron una "acogida glacial" por parte de la población.
No sucedió lo mismo cuando los emperadores hicieron su feliz entrada a la ciudad de México el 12 de junio de 1864 acompañados por los miembros del Ayuntamiento. Una vez instalados en el Palacio Imperial de la ciudad de México y en el de Chapultepec, Carlota hizo varios recorridos por Texcoco, Toluca, Cuernavaca, Puebla, Veracruz y Yucatán. Junto con Maximiliano impulsó los ferrocarriles, el telégrafo, la línea de vapores, la colonización y el establecimiento de la Beneficencia que ella misma presidió.
Cuando Maximiliano viajó al interior del país, la emperatriz quedó como Regente. El 10 de septiembre de 1864 escribió desde el Castillo de Chapultepec a su abuela, la reina María Amelia diciéndole: "Soy completamente feliz aquí; y Max también. La actividad nos sienta bien: éramos demasiado jóvenes para no hacer nada ".
Como Regente, la emperatriz llegó a promulgar la abolición de los castigos corporales y una justa limitación de las horas de trabajo, decisión en la que fue secundada por su augusto consorte quien opinó: "La soberana, fresca, alegre, fiel y leal, compartiendo todos los trabajos y peligros de su esposo y viajando incansablemente por las extensas comarcas del país ".
Otra cualidad digna de admiración en Carlota fue su gusto por escribir, según Luis Weckmann, en Europa "hay más de 8,000 documentos primero como archiduquesa y luego como emperatriz que evidencian que Carlota pasaba varias horas al día sentada al escritorio, práctica que era habitual en su familia... en la lectura de su correspondencia se entrevé a una mujer que sabía haber nacido para los altos destinos, o sea una verdadera femme d'Etat del calibre, no de la atolondrada Eugenia de Montijo, sino de la Reina Victoria".
Cuando la guerra de Secesión se acercaba a su fin en los Estados Unidos de Norteamé rica, Napoleón III anunció a Maximiliano que abandonaba la regeneración de México, por lo que retiraba sus tropas.
Ante esta decisión, Carlota viajó a Europa para exigir a Napoleón III el cumplimiento del Tratado de Miramar y entrevistarse con el Papa Pío IX con el fin de tratar asuntos pendientes con la Iglesia.
Carlota salió de Chapultepec rumbo a Europa el 8 de julio de 1866. Llegó a París el 9 de agosto. El emperador de los franceses pretextó estar enfermo para no entrevistarse con la emperatriz de México, pero Carlota insistió y lo consiguió. Sin embargo, la negativa de Napoleón III fue absoluta. Kératry dijo que "la conferencia fue larga y violenta” y según Armand Praviel, la entrevista se efectuó en éstos términos:
-"Un Habsburgo no huye -dijo ella-Pero renunciar a una empresa irrealizable no es huir. Todo el universo aprobaráuna decisión que evitará que corra mucha sangre.-¡Sangre! -exclamó Carlota con una risa estridente y nerviosa¡Más caerá por culpa vuestra, creedlo! ¡Caiga sobre la cabeza de Vuestra Magestad!-Esta imprecación desató una tempestad. Ya no eran más que dos adversarios irritados mutuamente; una hablando de emboscadas, el otro de la incapacidad de Maximiliano. Se oyeron gritos agudos:-¡Ah! -sollozaba Carlota -
¿Cómo he podido olvidar lo que yo soy y lo que es Vuestra Magestad?
¡Debí haber recordado que por mis venas corre la sangre de los Borbones, y no haber humillado mi raza y mi persona arrastrándome a los pies de un Bonaparte"
Con este diálogo, Carlota se convenció de que no debería esperar ya nada de Francia y así se lo hizo saber a Maximiliano.
El 18 de septiembre de 1866, la emperatriz de México salió con su séquito con destino a Roma. El 21 y el 29 de septiembre acudió al Vaticano, pero el Santo Padre les negó la ayuda que necesitaban, recordándole que Maximiliano había ratificado las Leyes de Reforma y por lo tanto, la Iglesia los abandonaba a su suerte.
Tantas presiones, tantas negativas, y seguramente tantas noches sin conciliar el sueño, provocaron el extravío mental de la Emperatriz.
El 30 de septiembre, Carlota regresó al Vaticano para pedirle al Papa la protegiera de los "agentes de Napoleón" que la querían envenenar. Ante sus ruegos, el Santo Padre aceptó: "Carlota durmió en la biblioteca de la sede Papal. Allí acudió Leopoldo II, para recoger a su hermana y llevarla al Castillo de Miramar Carlota se enteró de la muerte de Maximiliano hasta el 14 de enero de 1868, y se lo notificaron porque al día siguiente, llegaron los restos del emperador de México que habían sido embarcados el 26 de noviembre en Veracruz en la NOVARA que capitaneó el vicealmirante austriaco Tegetthoff. Nuestra emperatriz llegó a tener momentos de lucidez y como prueba de ello es que mandó hacer una pintura -en la que aparece el emperador abrazando una bandera- que envió a sus más cercanos colaboradores con una dedicatoria:
"Rogad por el descanso del alma de su magestad Fernando Maximiliano José, emperador de México ".
Con temporadas de lucidez y de tinieblas, Carlota vivió hasta 1927. Falleció a la edad de 87 años. En su lecho de muerte murmuró; "Recordadle al universo al hermoso extranjero de cabellos rubios. Dios quiera que se nos recuerde con tristeza, pero sin odio " y según el historiador mexicano Luis Weckmann sus últimas palabras fueron:
"Todo aquello terminó sin haber alcanzado el éxito ".
Su infancia
María Carlota Amalia Victoria Clementina Leopoldina, princesa
de Bélgica, nació en el palacio de Laeken el 7 de junio de 1840, hija del Rey
Leopoldo I de Bélgica y de la princesa María Luisa de Orleans. Mujer de gran
belleza, inteligencia y enérgica voluntad. Huérfana de madre a los 8 años, su
padre la interesó en la política y el gobierno de su país. Tocaba bien el piano,
pintaba, cantaba y era aficionada a la equitación. El 27 de julio de 1857 se
casó con el archiduque Maximiliano de Habsburgo, viajaron por Europa y
residieron en el castillo de Monza, desde donde Maximiliano gobernaba el reino
Lombardo-Véneto, a nombre de la corona de Austria. El 21 de abril de 1858
Maximiliano fue relevado del cargo y cambiaron su residencia a su palacio
próximo a Trieste, que más tarde nombrarían palacio de Miramar. Entre 1859 y
1860 viajaron por el Mediterraneo y el Atlántico, Carlota permaneció en la isla
de Madera mientras Maximiliano visitó Brasil. De esa época hay la convicción de
desavenencias conyugales por infidelidades del marido.
Napoleón III, emperador de los franceses tenía la idea de establecer en México un imperio latino para detener el avance anglosajón en América Latina, proyecto que parecía viable con la aparición en Europa de conservadores mexicanos que avalaban esa idea. El 3 de octubre de 1863, esa comisión de conservadores, presidida por José María Gutiérrez Estrada, se presentó en Miramar para ofrecer a Maximiliano la corona de México. El día 10 se efectuó la aceptación solemne de Maximiliano al trono imperial de México.
El 14 de abril de 1864 los archiduques se embarcaron para México. Al llegar a Veracruz, el 28 de mayo, nadie salió a recibirlos, Carlota lloró herida en su orgullo. El 12 de junio entraron en la capital y ese mismo día se celebró la recepción oficial. Los emperadores fijaron su residencia en el castillo de Chapultepec, cuyo panorama le parecía a Carlota superior al de Miramar. Se tiene noticia de que la desavenencia del matrimonio imperial era total. Carlota hizo famosas, por su boato, sus recepciones de los "Lunes de la Emperatriz". Llamaba la atención la corrección con que Carlota manejaba el español, aunque con cierta lentitud. En diciembre de 1865 Carlota hizo un exitoso viaje por Campeche y Yucatán. Las festividades se celebraban con suntuosa solemnidad, sobretodo el 16 de septiembre. El 10 de diciembre de 1865 muere Leopoldo I de Bélgica.
El 8 de diciembre de 1865 llega a México monseñor Francisco Meglia, nuncio del papa Pio IX, con la expresa misión de recuperar los bienes y privilegios del clero. Maximiliano hace propuestas, no obtiene nada, pide a Carlota que hable con el nuncio, lo cual hace el 24 de diciembre, el nuncio no cede en nada. Maximiliano lo amenaza con poner en vigor las leyes de Juárez, el nuncio no cede. Las dificultades políticas en Europa y las protestas de los Estados Unicos ante Napoleón III deciden a este retirar su ejército de México, Carlota decide salir a Europa para convencer a Napoleón III de que mantenga su compromiso de sostener en México al ejército francés hasta que se consolide el Imperio. En su viaje hace una escala en Puebla y la noche del 9 de julio de 1866, se levanta, se viste y hace que la conduzcan a casa de don José María Esteva, prefecto imperial en Puebla, la casa estaba deshabitada, el prefecto estaba en Veracruz, con un mechero de aceite en la mano, Carlota recorre varias habitaciones y sin decir palabra regresa. Primera muestra de desorden mental. El día 13 llegó a Veracruz y aborda de inmediato el buque francés "Emperatriz Eugenia", Carlota protesta por tener izada la bandera francesa y no la imperial mexicana, consigue que levanten su bandera.
El 8 de agosto el buque entró en el puerto de Saint Nazaire. Como al desembarcar no se le rindieron honores de ninguna clase, se indignó y rechazó los vehículos municipales, tomando uno de alquiler para llegar al hotel Bely. El dia 9 llegó a Paris, se le hospedó en el Grand Hotel, se sintió humillada por no estar en las Tullerias, pidió audiencia con Napoleón III, éste se negó, el dia 11 se presentó en Saint Cloud, donde por sorpresa entró al despacho del emperador. La entrevista fue excesivamente violenta, Napoleón III le dijo que no podía mantener su ejército en México, la emperatriz Eugenia le ofreció un vaso de naranjada, Carlota lo rechazó, Eugenia insistió, Carlota dijo: "hay que beber, ¿no es eso?", bebió, murmurando: "¡asesinos!, ¡me habéis envenenado!". Se negó a tomar el almuerzo que le ofrecían y entre convulsiones se desplomó en un sofá. El 23 de agosto va a Miramar, donde celebra con solemnidad la fiesta del 16 de septiembre. El 27 la recibe en el Vaticano el papa Pio IX, no obtuvo nada. Al día siguiente el papa le pagó la visita en el Albergo di Roma. El 29 llena una jarra de agua en la Plaza de la Pillota, va al Vaticano y la recibe el papa cuando principiaba su desayuno, Carlota mete dos dedos de su mano derecha en la tasa de chocolate del papa diciendo: "perdón santo padre, me muero de hambre, hace dos días que no como todo lo que me sirven esta envenenado..." El papa da por terminada la visita, Carlota se niega a abandonar el Vaticano, le arreglan la biblioteca para que pase ahí la noche. De aquí en adelante el mal se agrava, interviene el conde de Flandes, hermano de Carlota, los médicos diagnostican locura definitiva. La instalan en el castillo de Laeken, después en el de Tervueren y finalmente en el de Laeken, donde murió el 19 de enero de 1827. Cuando tuvo momentos de lucidez recordaba a México e interpretaba su himno al piano.
Napoleón III, emperador de los franceses tenía la idea de establecer en México un imperio latino para detener el avance anglosajón en América Latina, proyecto que parecía viable con la aparición en Europa de conservadores mexicanos que avalaban esa idea. El 3 de octubre de 1863, esa comisión de conservadores, presidida por José María Gutiérrez Estrada, se presentó en Miramar para ofrecer a Maximiliano la corona de México. El día 10 se efectuó la aceptación solemne de Maximiliano al trono imperial de México.
El 14 de abril de 1864 los archiduques se embarcaron para México. Al llegar a Veracruz, el 28 de mayo, nadie salió a recibirlos, Carlota lloró herida en su orgullo. El 12 de junio entraron en la capital y ese mismo día se celebró la recepción oficial. Los emperadores fijaron su residencia en el castillo de Chapultepec, cuyo panorama le parecía a Carlota superior al de Miramar. Se tiene noticia de que la desavenencia del matrimonio imperial era total. Carlota hizo famosas, por su boato, sus recepciones de los "Lunes de la Emperatriz". Llamaba la atención la corrección con que Carlota manejaba el español, aunque con cierta lentitud. En diciembre de 1865 Carlota hizo un exitoso viaje por Campeche y Yucatán. Las festividades se celebraban con suntuosa solemnidad, sobretodo el 16 de septiembre. El 10 de diciembre de 1865 muere Leopoldo I de Bélgica.
El 8 de diciembre de 1865 llega a México monseñor Francisco Meglia, nuncio del papa Pio IX, con la expresa misión de recuperar los bienes y privilegios del clero. Maximiliano hace propuestas, no obtiene nada, pide a Carlota que hable con el nuncio, lo cual hace el 24 de diciembre, el nuncio no cede en nada. Maximiliano lo amenaza con poner en vigor las leyes de Juárez, el nuncio no cede. Las dificultades políticas en Europa y las protestas de los Estados Unicos ante Napoleón III deciden a este retirar su ejército de México, Carlota decide salir a Europa para convencer a Napoleón III de que mantenga su compromiso de sostener en México al ejército francés hasta que se consolide el Imperio. En su viaje hace una escala en Puebla y la noche del 9 de julio de 1866, se levanta, se viste y hace que la conduzcan a casa de don José María Esteva, prefecto imperial en Puebla, la casa estaba deshabitada, el prefecto estaba en Veracruz, con un mechero de aceite en la mano, Carlota recorre varias habitaciones y sin decir palabra regresa. Primera muestra de desorden mental. El día 13 llegó a Veracruz y aborda de inmediato el buque francés "Emperatriz Eugenia", Carlota protesta por tener izada la bandera francesa y no la imperial mexicana, consigue que levanten su bandera.
El 8 de agosto el buque entró en el puerto de Saint Nazaire. Como al desembarcar no se le rindieron honores de ninguna clase, se indignó y rechazó los vehículos municipales, tomando uno de alquiler para llegar al hotel Bely. El dia 9 llegó a Paris, se le hospedó en el Grand Hotel, se sintió humillada por no estar en las Tullerias, pidió audiencia con Napoleón III, éste se negó, el dia 11 se presentó en Saint Cloud, donde por sorpresa entró al despacho del emperador. La entrevista fue excesivamente violenta, Napoleón III le dijo que no podía mantener su ejército en México, la emperatriz Eugenia le ofreció un vaso de naranjada, Carlota lo rechazó, Eugenia insistió, Carlota dijo: "hay que beber, ¿no es eso?", bebió, murmurando: "¡asesinos!, ¡me habéis envenenado!". Se negó a tomar el almuerzo que le ofrecían y entre convulsiones se desplomó en un sofá. El 23 de agosto va a Miramar, donde celebra con solemnidad la fiesta del 16 de septiembre. El 27 la recibe en el Vaticano el papa Pio IX, no obtuvo nada. Al día siguiente el papa le pagó la visita en el Albergo di Roma. El 29 llena una jarra de agua en la Plaza de la Pillota, va al Vaticano y la recibe el papa cuando principiaba su desayuno, Carlota mete dos dedos de su mano derecha en la tasa de chocolate del papa diciendo: "perdón santo padre, me muero de hambre, hace dos días que no como todo lo que me sirven esta envenenado..." El papa da por terminada la visita, Carlota se niega a abandonar el Vaticano, le arreglan la biblioteca para que pase ahí la noche. De aquí en adelante el mal se agrava, interviene el conde de Flandes, hermano de Carlota, los médicos diagnostican locura definitiva. La instalan en el castillo de Laeken, después en el de Tervueren y finalmente en el de Laeken, donde murió el 19 de enero de 1827. Cuando tuvo momentos de lucidez recordaba a México e interpretaba su himno al piano.
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